miércoles, 14 de mayo de 2008

La Izquierda, Gilberto Rincón Gallardo

14-May-2008

Quienes hemos militado en ella y abanderado proyectos partidistas hemos cometido numerosos errores que las buenas intenciones que los enmarcaron no pueden absolver sin una genuina reflexión crítica.

Las izquierdas partidistas en México experimentan muy malos momentos. La mayoritaria, aglutinada en el Partido de la Revolución Democrática, pasa por una crisis de consecuencias todavía impredecibles. La fractura que sufre, no de ahora, sino desde su origen mismo, agudizada empero por el fallido proceso de elección de su dirigencia nacional, amenaza con convertirse en ruptura y escisión. Salga quien salga triunfador al final de su proceso electoral, si es que algún triunfador puede haber de este juego, no se ve cómo se pueda recuperar la estabilidad y la cohesión políticas ahora desaparecidas.Otras izquierdas partidistas minoritarias, como las representadas por Convergencia y el Partido del Trabajo, al haberse ligado a la órbita de uno de los sectores del PRD, han dejado atrás la posibilidad de presentarse con un perfil político propio, por lo que tal identidad sólo podrá conocerse, e incluso formarse, en algún momento posterior. Por lo pronto, para cualquier ciudadano común y corriente cuesta trabajo identificar a estas izquierdas en términos de propuestas propias y programas independientes. Ha habido en este caso una apuesta política muy precisa por ahora, cuyos resultados en el corto plazo son claros, pero se hace difusa apenas se enfoca la vista hacia el mediano y el largo plazos.La restante izquierda partidista, con definición explícita de socialdemócrata, también pasa por graves dificultades. En efecto, Alternativa Socialdemócrata (antes Socialdemócrata y Campesina), y que en días recientes ha cambiado su nombre por el de Partido Social Demócrata, cayó en esa maldición de la izquierda mexicana que es la división y el conflicto internos. En este caso, pero también en buena parte de los anteriores, parece repetirse ese esquema que hace de un izquierdista el peor enemigo de otro izquierdista. Lejos estoy, desde luego y desde hace mucho, de creer que izquierda, como la madre, “sólo hay una”, pero llama la atención que incluso en esta última vertiente de la izquierda, a la que se supone mayor pluralismo y flexibilidad, le suceda lo mismo que a las otras.Si imaginásemos el ya viejo supuesto de un visitante del espacio, que tuviera que optar por un partido sólo sobre la base de lo que pudiera percibir, difícilmente lo podríamos suponer como votante de una de estas izquierdas ahora divididas o satelitales; pero si le agregásemos a este hipotético visitante una sensibilidad precisa acerca de la justicia social, la igualdad en sus distintos terrenos y la necesidad de un sistema innegociable de libertades ciudadanas, entonces tendríamos que imaginarlo como defensor de la necesidad de la izquierda, aun si ninguna de sus formas concretas lo convencieran.Es un vicio de argumentación común en la propia izquierda defender el ideal socialista, separándolo de la cruda realidad que se ha construido en su nombre. Sin embargo, el argumento contrario también es falaz, a saber, el rechazar la necesidad de una política de izquierda sólo por lo que ha sucedido en sus formas concretas de intentarla.La izquierda en México ha tenido momentos heroicos y también oscuridades densas. Quienes hemos militado en ella y abanderado proyectos partidistas hemos cometido numerosos errores que las buenas intenciones que los enmarcaron no pueden absolver sin una genuina reflexión crítica. Pero un país con la historia y los problemas del nuestro merece una izquierda a la altura de las circunstancias. Si no ahora, tendrá que ser pronto.

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