"Siglos de lucha nos anteceden y hoy las mujeres seguimos exigiendo nuestro derecho a ser libres y decidir"
El
21 de marzo pasado, fecha en la que se celebra el nacimiento de uno de
los hombres más emblemáticos de la historia de México, recordado por las
reformas emprendidas durante su periodo como presidente de la República
-que hicieron posible el paso de un estado confesional a un estado
laico-, diversas mujeres de Guerrero, se dieron cita para recorrer, las
calles de la capital con un solo objetivo: Visibilizar la urgente
necesidad de garantizar maternidades libres y seguras a todas las
guerrerenses.
A ritmo de “Chile frito”,
nombre con el que se les conoce a las bandas típicas del estado,
mujeres indígenas, estudiantes, maestras, jóvenes, empleadas,
universitarias, viejas, mestizas, afro mexicanas, blancas, altas, bajas,
diversas todas, caminaron juntas y libres, bajo la mirada sorprendida
de otras personas que las veían pasar, a veces bailando a ritmo de
banda, a veces con consignas, a veces dando entrevista, a veces
corriendo levantando sus pancartas, a veces eufóricas, pero, siempre,
siempre, orgullosas y dignas sosteniendo sus mantas, en una de las
cuales se podía leer “Aquí va el tránsito hacia Guerrero”.
Pero
ese, no era un tránsito cualquiera, no. Era un agrupamiento de mujeres
transgresoras, reunidas en una enorme caravana que bajo el cobijo de una
imagen de autobús morado, color con el que se identifica al movimiento
feminista, circulaba rumbo al centro de la ciudad. Esas mujeres con alto
valor cívico que respetaron en su derecho a transitar el de los
otros/as a desplazarse, alzaron
su voz en una sola y colocaron un tema del que a muchos no les guasta
hablar, pero que es necesario colocar en la agenda pública, porque es un
asunto de salud, que impacta la vida de las mujeres, de sus
familias, de sus comunidades y, porque de no hacerlo las mujeres más
pobres seguirán muriendo por abortos practicados en la clandestinidad.
Yo
sé que hay quienes piensan que la mujer que aborta comete un asesinato y
me parece que muchos/as de los que piensan eso, lo hacen por
desinformación y porque están permeados por valores morales católicos
que alejados de la evidencia científica, pretenden imponer su manera de
pensar y de concebir el mundo con una visión única, válida para ellos
pero no para el resto, y el resto, son las mujeres, esas que cuando
llegan a los hospitales por abortos espontáneos o provocados, son
denunciadas por médicos y enfermeras o, las que quedan lisiadas por
ofertadores de servicios clandestinos o, mueren en lugares insalubres,
quizá por eso, las consignas que escuché de esa mujer indígena llamada
Gady, de estructura delgada pero de voz firme y potente, me hicieron
tanto sentido: “Que el huevo no es gallina, ni el cigoto es persona”.
Yo creo que ella se manifestaba, desde muy dentro de su ser, desde la injusticia vivida con las mujeres de su comunidad, desde
su cotidianeidad, desde su lucha para que las mujeres indígenas de la
región tengan libertad de ser, de hacer, quizá, desde la tristeza vivida
de las que se han ido porque a costa de su vida, dijeron no a
maternidades impuestas y en esa rebeldía murieron. Es un hecho que las
condiciones de las mujeres de la sierra, la montaña, la costa y los
lugares más alejados de las grandes ciudades no son las mimas. Allá,
ellas tienen que recorrer distancias largas para acceder a servicios en
un centro de salud, clínica u hospital o incluso, para acceder a métodos
anticonceptivos adecuados y suficientes.
En
Guerrero, como en otros estados del país, las muertes de mujeres por
aborto son una realidad, según Ma. Luisa Garfias, activista que ha
dedicado su vida a la defensa y promoción de los derechos sexuales y
reproductivos, la entidad se encuentra en los primeros lugares de
muertes por esta causa y considerando que Guerrero se ubica entre los
tres estados con menor Índice de Desarrollo Humano (IDH), que es una
forma de medir el desarrollo mediante la combinación de indicadores de
esperanza de vida, logros educacionales e ingresos, entiendo porque,
estas mujeres, salieron a las calles a exigir la Interrupción del
embarazo legal y seguro hasta las doce semanas, desde una perspectiva de
derechos, de ciudadanía, de democracia, de justicia social.
Sin
duda, para poder concretar esta manifestación pública, las
guerrerenses, hicieron múltiples acciones previas, entre ellas,
convencer con argumentos legítimos, científicos y laicos a hombres de la
entidad que respondieron a su llamado y se unieron a la caravana
portando letreros tipo globo, donde se podía leer: Yo apoyo la
interrupción legal del embarazo
en Guerrero. Esos hombres solidarios que marcharon junto a ellas,
estaban convencidos de que las mujeres deben tener autonomía sobre su
cuerpo, sin imposiciones morales absurdas que de no erradicarse, las
ponen en riesgo.
En
el natalicio de Benito Juárez, personaje que declaró sin validez el
matrimonio religioso frente al estado y prohibió la intervención de las
iglesias en los asuntos públicos, las guerrerenses pintaron de colores
las calles de Chilpancingo, tejieron complicidades y demandaron cuerpos
laicos. Esos, en los que cada una pueda decidir en libertad, de acuerdo a
sus valores y ética propia y cuya
garantía de acceso, le toca al estado, así de clarito como se leía en
una pancarta: “La mujer decide, la sociedad respeta, el estado
garantiza”.
Las mujeres de Guerrero, tienen rostro, nombre, actitudes, aportes… Se me viene al pensamiento la cara de Liduvina,
tez morena con cabellera rizada y larga, como sus ideas; Irma, quien
habiéndose ido del estado a decontruirse con los estudios de género,
regreso a la entidad a compartir y poner en práctica el conocimiento;
Libni, indígena de aparente estructura frágil, que se atrevió a romper
con estereotipos culturales impuestos por su comunidad; Viridiana
costeña de ojos grandes que no le teme a las palabras; Nadia, compañera
de luchas cotidianas que viene desde Acapulco para estar presente;
Violeta, crítica y de posiciones claras para la construcción colectiva,
Mara, apasionada defensora de derechos; Rosario, buscadora de consensos
para caminar de la mano con las otras en beneficio de todas; Martha, de
pensamiento claro y profundo, quien rompe cada vez más fronteras y las
hace suyas, en fin, tantas y
tantas mujeres que están hoy, que estuvieron, que siguen estando y que
desde su trinchera cotidiana hicieron posible que las siete regiones del estado se hicieran presentes; que muchas
organizaciones hermanas, de luchas distintas pero no ajenas, se
sumaran; que llegaran hombres solidarios apoyando esta demanda, como
propia; y, que le dieron y le dan al estado, un rostro de lucha, de
exigencia, de ciudadanía activa, capaz de tejer consensos, acuerdos y
alianzas estratégicas, para que el estado cumpla con la deuda histórica
que tiene con ellas.
Ellas, las insumisas, las inconvenientes, las
cuestionadoras, las que no se vencen, las que están en lucha, las Guerreras de Guerrero que luchan todos los días por las mujeres y por las niñas y por su derecho a tener derechos...
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